¿Qué mata al amor?

¿Que qué mata al amor? al amor lo mata la mentira, pero ojo que no me refiero precisamente a un engaño o a que te pongan los cuernos, que claro que eso para el amor significa un balazo en el pecho. Me refiero a las mentiras que nos contamos a nosotros mismos, esas son las que lo matan.

Nos mentimos cuando ponemos expectativas en el otro y lo juzgamos bajo la máscara que nosotros queremos que esa persona tenga, en lugar de aceptarlo tal cual es. La mentira está en que decimos amarlos, pero no es así, amamos la idea que nos hicimos de ellos y sufrimos cada que se asoma la verdad.

Nos mentimos cuando culpamos al tiempo y decimos que él ha hecho que la rutina nos pese y la pasión se pierda. La culpa no es del tiempo, porque la rutina puede disfrutarse y junto al café de cada mañana en la intimidad de conocernos recién al despertar, nuestros labios podrían encontrar la pasión de recorrernos. Y cuando llega el momento de dormir, después de darnos el rutinario beso de buenas noches, podríamos encontrar tiempo para mirarnos, disfrutarnos, sentirnos, tocarnos, para acompañarnos en el silencio o para platicar. Pero habría que dedicar tiempo y esfuerzo y preferimos mentirnos, preferimos decirnos que es culpa de estar tanto tiempo, no de la falta de esfuerzo o del descuido que fuimos teniendo.

Nos mentimos cuando compramos la historia de un amor estrictamente equitativo y no queremos admitir que somos humanos. No puede ser siempre 50 y 50, a veces solo podemos dar un 10 y lo más sano es reconocer que el otro tiene que aguantar con un 90. Pero sabes, mostrar nuestras debilidades siempre es complicado, ocultamos nuestro 10 o argumentamos injusticia ante el miedo de pedirle al otro que dé un poco más.

Nos mentimos cuando decimos que nuestra tristeza se irá en cuanto otro llegue a llenar nuestros vacíos con amor, negándonos a admitir que no existe ese camino fácil. La felicidad no viene de afuera; primero se trabaja en uno mismo y no hay manera de cosechar un amor sano si no se siembra con amor propio. 

Pero sobretodo, nos mentimos cuando decimos que el amor muere. No muere, cambia o evoluciona y en ocasiones ese cambio viene con el sabor amargo de tener que soltar a la otra persona dejando en nosotros lo que se transformó en recuerdo. No nos queda más que entender que lección venía con ese trago, tratar de aprender de ella, porque te aseguro que si no aprendemos se vuelve a repetir.

Repetiré que aquel sentimiento tan fuerte nunca muere, que no existe nada más exquisito que disfrutarlo y dejarte llenar por él, que es un coctel que te embriaga y que sin importar la cruda habrá valido la pena. Y que lo mejor que podemos desear es volver a vivirlo con las lecciones de la cruda anterior.

Cuentos Cortos 01: Sentimientos – Duelo

Para mantenerme escribiendo, hago diferentes ejercicios que fomentan la creatividad. Uno de ellos es guardar en un bote papelitos con sentimientos o emociones escritos para una vez al mes abrir uno y escribir acerca de él.

En esta ocasión la historia es acerca del duelo.

Hace un mes no sé de ti; pero no te confundas, que presente has estado en todo momento. Todos los días te pienso y he llegado a pensar que existen rincones en los que tu aroma se impregnó. 

Cada vez que me desmaquillo y me preparo para dormir, te apareces en mi mente. Se anticipa el temor a encontrarme con el fantasma de tu recuerdo en cuanto me meta a esa cama que sin tu pasión y tu cuerpo siempre se siente fría.

El otro día probé algo distinto y cuando te recordé al lavarme los dientes no contuve mis lagrimas. En lugar de tratar de borrar tu recuerdo, me aferré a él.

Te imaginé lavándote los dientes junto a mí como lo hacíamos siempre.

Con los ojos cerrados, pensé en como me mirabas por el rabillo del ojo mientras disfrutabas de compartir conmigo las cosas comunes del día a día. Tocabas con tus manos mi cintura, porque en momentos así te gustaba recorrer mi piel con tus dedos y estoy segura de que te escuché. Escuche tu voz decir estas hermosa justo después de haberme desmaquillado.

Recordar la manera en la que me amabas, me llenó de nostalgia.

Rompí en llanto, me deshice en tantas piezas que no podía mantenerme de pie y me senté en el suelo como para encontrar equilibrio. No sé cuanto tiempo estuve sentada, pero cuando mi cuerpo se había secado de tanto llorar y fui a la cama por esta ocasión la sentí cálida, reconfortante, fue como si se hubiera compadecido de mí y se hubiera hecho más pequeña y acogedora. Tan pequeña que tu aroma se había perdido y no quedaba espacio para extrañar tu cuerpo.

Quizá, el secreto para dejar de extrañarte sea sentirte. Sentir ese amor que tengo, dejar que me invada con tanta fuerza que se escape de mí y como ya no apareces por aquí sólo podría escaparse para ya no regresar.

Quizá algún día quede vacía, vacía de ti. Lista para llenarme de otro aroma, de otro amor, del calor de otro cuerpo y de las huellas de otras manos que recorran mi piel mientras cepillo mis dientes. 

Creencias: ¿Con qué personaje juegas tu vida?

Una de las definiciones que existe de la vida es que: Es la condición que distingue a los animales y plantas de la materia inorgánica; es la capacidad de crecimiento, reproducción, y realización de actividades funcionales; el cambio continuo que precede a la muerte. La parte que más me gusta de esta definición es el cambio continuo.

Si la vida es un constante cambio, nunca sabemos a ciencia cierta qué vendrá en el futuro y muchas veces nos cuesta entender porqué nos sucedieron ciertas cosas del pasado. Entre estarnos preguntando ¿por qué a mí? y querer planear el mejor escenario para lo que está por venir, todos miramos nuestro presente desde lo que me gusta llamar la arista de la vida en la que nos encontramos parados. La vida nos presenta constantemente dos caminos por recorrer y consciente o inconscientemente nos basamos en nuestras creencias, cultura, experiencia, heridas, sueños y el pedacito de locura que todos tenemos, para decidir hacia dónde caminar.

Tengo la creencia, de que todos estamos formados por un montón de creencias, las de nuestros padres, las que aprendimos de nuestros amantes, las que compartimos con los amigos y las que concluimos nosotros mismos. Para mí hay tres creencias importantes.

La primera es que el tiempo va de ida sin ticket de regreso. La vida avanza hacia un constante cambio y si no te levantas, te mueves y caminas, en realidad no te quedas quieto, sólo dejas que otros te lleven. Puedes decidir ser piloto o copiloto, pero no puedes decidir detenerte, porque el tiempo no lo hace.

La segunda es que en esta vida si no juegas el rol del personaje principal, juegas el rol de víctima; se que la palabra víctima tiene un peso muy fuerte y no quiero subestimar a aquellas personas que pasaron por una situación injusta sobre la que no tuvieron control. Sin embargo, creo que la frase: “no puedes controlar lo que te sucede, pero sí la manera en la que reaccionas ante ello” es muy cierta y es ahí donde elegimos qué rol tomar. 

Cuando decidimos levantarnos una sexta vez, después de cinco caídas; cuando decidimos perdonar a quien nos hizo daño sin necesidad de escuchar una disculpa de su parte, cuando vamos en contracorriente y hacemos oídos sordos a la crítica; estamos jugando con el rol de “leading lady” o “leading man”. También podemos repetirnos que la vida ha sido muy difícil y ya no levantarnos, podemos cambiar al asiento del copiloto y dejar que la vida avance mientras esperamos esas disculpas que tanto nos creemos merecer, podemos no intentar lo que nos gusta por temor a no ser suficientemente fuertes para soportar la crítica de los demás; podemos jugar a ser la víctima de las circunstancias.

El mismo juego de rol sucede en el día a día. En la manera en la que tratamos a los que nos caen bien y a los que no nos caen bien; o incluso si decidimos sonreír a los extraños que se cruzan en nuestro camino o ponerles mala cara. Por cierto, otra de mis creencias es que una sonrisa genuina cambia los ánimos de cualquiera.

Y la realidad es que es muy cómodo caer en el papel de víctima. Yo me decía que no tenía suficiente tiempo para hacer todo lo que quería y culpaba al trabajo de absorber toda mi energía. Si no había funcionado mi última relación me decía que era porque no me habían querido lo suficiente en lugar de reconocer que a mí me hacía falta quererme más e incluso no empezaba este blog con la justificación de que aún no estaba suficientemente preparada.

Y ojo que no se trata de ser positivo o productivo todo el tiempo, nadie debería tratar de vivir una vida perfecta porque es imposible e intentarlo es sumamente cansado. Debemos aprender a identificar qué batallas pelear y cuáles no, incluso cuando hablamos de las batallas con uno mismo. A veces decidimos levantarnos en cuanto suena la alarma y otros días decidimos posponerla unos minutos más; hay días en los que queremos comernos al mundo y otros en los que realmente necesitamos Netflix and chill o repetir nuestra película o serie favorita una vez más.

No hay buenas ni malas, sólo hay decisiones y la última creencia que voy a compartir el día de hoy es la siguiente: creo que el estado ideal para vivir la vida es estar en paz. Nos han hecho creer que estamos en búsqueda de la felicidad, pero la realidad es que no podemos estar felices todo el tiempo y vivir nuestros sentimientos es sano y necesario, así que a veces estaremos tristes. Si bien no creo que sea posible estar siempre felices, sí creo que siempre podremos buscar que nuestras acciones y motivos estén alineados y de esa manera estar en paz teniendo claros nuestros porqués.

Escribir me ayuda en esa búsqueda de paz, porque es la manera en la que expreso y dejo fluir mis sentimientos. Amo escribir. Lo hago en mi día a día, lo hago para ordenar mis pensamientos, para desahogarme, para aconsejar, para hacer cuentos e imaginar diferentes vidas y para expresar amor. Así que buscando ser el personaje principal de mi historia, trato de seguir estas creencias que resuenan conmigo.

Cuéntame ¿qué creencia es importante para ti? sé que me encantará leerla.