Para mantenerme escribiendo, hago diferentes ejercicios que fomentan la creatividad. Uno de ellos es guardar en un bote papelitos con sentimientos o emociones escritos para una vez al mes abrir uno y escribir acerca de él.
En esta ocasión la historia es acerca del duelo.
Hace un mes no sé de ti; pero no te confundas, que presente has estado en todo momento. Todos los días te pienso y he llegado a pensar que existen rincones en los que tu aroma se impregnó.
Cada vez que me desmaquillo y me preparo para dormir, te apareces en mi mente. Se anticipa el temor a encontrarme con el fantasma de tu recuerdo en cuanto me meta a esa cama que sin tu pasión y tu cuerpo siempre se siente fría.
El otro día probé algo distinto y cuando te recordé al lavarme los dientes no contuve mis lagrimas. En lugar de tratar de borrar tu recuerdo, me aferré a él.
Te imaginé lavándote los dientes junto a mí como lo hacíamos siempre.
Con los ojos cerrados, pensé en como me mirabas por el rabillo del ojo mientras disfrutabas de compartir conmigo las cosas comunes del día a día. Tocabas con tus manos mi cintura, porque en momentos así te gustaba recorrer mi piel con tus dedos y estoy segura de que te escuché. Escuche tu voz decir estas hermosa justo después de haberme desmaquillado.
Recordar la manera en la que me amabas, me llenó de nostalgia.
Rompí en llanto, me deshice en tantas piezas que no podía mantenerme de pie y me senté en el suelo como para encontrar equilibrio. No sé cuanto tiempo estuve sentada, pero cuando mi cuerpo se había secado de tanto llorar y fui a la cama por esta ocasión la sentí cálida, reconfortante, fue como si se hubiera compadecido de mí y se hubiera hecho más pequeña y acogedora. Tan pequeña que tu aroma se había perdido y no quedaba espacio para extrañar tu cuerpo.
Quizá, el secreto para dejar de extrañarte sea sentirte. Sentir ese amor que tengo, dejar que me invada con tanta fuerza que se escape de mí y como ya no apareces por aquí sólo podría escaparse para ya no regresar.
Quizá algún día quede vacía, vacía de ti. Lista para llenarme de otro aroma, de otro amor, del calor de otro cuerpo y de las huellas de otras manos que recorran mi piel mientras cepillo mis dientes.