Te vi entrar y mi mundo se detuvo. Antes de mirarte había contado las horas que faltaban para estar de regreso en casa, 3 horas con 42 minutos, pero ahora quería que el tiempo se detuviera.
Empezaste a recorrer la habitación con esa mirada curiosa que delataba que buscabas a alguien, he tenido que apartar mis ojos porque me asustó que me vieras mirándote y sonriendo. Cuando te sentaste te contemplé por unos minutos y de inmediato saque una hoja y empecé a escribir.
– La primer carta-
Sé que no tienes idea de quien soy, pero te has convertido en parte de mi rutina mañanera y antes de que esa confesión te asuste permítele a este extraño explicarse.
Soy un hombre de rutinas, de esos que preparan la ropa que usará desde la noche anterior y siempre toma un expreso doble para arrancar el día. A las 7:45 entraba al café que está cruzando la calle para pedir mi expreso y hace dos meses en el lunes más lluvioso que ha tenido este año me formé en la fila detrás de ti.
Me sorprendió que tan temprano una mujer pudiera cargar con tanto desastre; no encontrabas tu cartera para pagar, tiraste el celular y cuando intenté ayudarte me miraste directo a los ojos dándome las gracias sin poder contener las lagrimas.
¿Estas bien?– pregunté.
Sí, estoy llorando para no ahogarme – Tu respuesta era tan rara y franca que me pareció que merecía que el día llorara contigo.
Lo que seguiría en mi rutina sería tomar mi cafe en 4 tragos, cruzar la calle y ser el primero en llegar a la oficina; pero como habías hecho al día llorar, me convencí de que todos llegarían tarde y me senté a dos mesas de distancia, como si de alguna manera desde lejos te pudiera reconfortar.
Mientras te miraba contemplar la lluvia me embelesó la manera en la que detuviste el tiempo. y tu caos se calmaba mientras mirabas atentamente como las gotas de lluvia competían por recorrer el cristal hasta perderse en el borde de la ventana.
Sonó mi celular y me di cuenta que ya eran pasadas las 8, el tiempo en realidad no se había detenido y tuve que salir corriendo.
Antes de que cruzaras esa puerta estaba molesto conmigo porque hoy no fuiste por café y yo que pienso tanto no pude evitar pensar que ni siquiera se tu nombre. El mío es Roberto y me encantaría conocer el tuyo, estaré mañana en aquella ventana desde las 7:00; puedes llegar más tarde, puedes incluso no llegar. Solo sé que la posibilidad de verte me hará despertar más temprano de lo habitual.
Pensé en terminar la carta con la frase “por favor déjame conocer tu nombre” pero me pareció que si corría con la suerte de que no te asustara recibir una carta así de un extraño, no debía forzar más las cosas.
Esperé a que salieras del cuarto para ir tras de ti sin tener claro en qué momento iba a entregarte la carta y como un adolescente tenía miedo al rechazo. Pero el destino me tenía guardado el encuentro perfecto porque después de tres pisos de compartir elevador, las dos personas que nos acompañaban se bajaron.
Tarde dos pisos más en juntar el valor necesario y entonces lo hice.
Disculpa - me giré para verte.
Sí - respondiste regalándome una cálida sonrisa que hizo que se atoraran las palabras en la garganta - ¿sucede algo?
En realidad sí - quería sonar interesante pero cuando se borró tu sonrisa entendí que no lo había logrado - sucede que quiero que sepas algo que esta escrito aquí.
Cuando te entregué la carta te le quedaste viendo como si fuera el objeto más raro que habías tenido en tus manos y con temor de verte tirarla apreté el botón del piso 3 para bajar antes de que lo hicieras.
No sabía siquiera si ibas a leerme pero decidí bajar por las escaleras disfrutando de la emoción que revolvía mi estómago, faltaba 1 hora para regresar a casa, pero ahora, sólo podía pensar en las 13 restantes para descubrir si irías por café.